Con ciertos titulares de noticias, no es de extrañar que sean cada vez más los padres y las madres que vean en Internet el nuevo Coco, un monstruo tecnológico y desconocido, virtual para más inri, que terminará por comerse a todos los niños y niñas, en un abrir y cerrar de ojos.
Pero no, tranquilos, por más que se le quiera dar ese tono informativo, Internet no es el peligro, no es el enemigo a batir, ni va a acabar con nuestros menores. O no lo hará, si nosotros como padres y madres de los niños y niñas de la nueva generación, reaccionamos y cambiamos la orientación de esos vientos de temor y miedo que se están levantado.
Lo primero que tenemos que decir es: ¡No, no es el coco y no podemos tenerle miedo! Recuerdo la versión del Coco en la película Los Guardianes de la Galaxia, era un personaje siniestro que iba ganando terreno a medida que iba creciendo el miedo y las pesadillas en los niños; de cierta forma, Internet podría convertirse en ese Coco, si nosotros le damos el poder… es decir, si seguimos teniéndole miedo. Como madre me di cuenta un día que si no me ponía a descubrir por mi misma qué eran esos avances de las comunicaciones de los que tanto se hablaba hace 7 años, de esas redes sociales y de cómo Internet iba a cambiar nuestra vida, probablemente me iba a comer el miedo por Internet; años más tarde, lo he corroborado, era miedo a lo desconocido, simplemente.
Lo segundo, para no tenerle miedo al Coco es entender de qué se trata. En el caso de Internet, se hace imprescindible que nosotros los adultos de referencia y tutores responsables de los menores, estemos cuanto menos enterados de qué es eso de Internet, cómo funcionan las redes sociales, y cómo podemos usar los filtros y sistemas de protección infantil para prevenir un uso no adecuado por parte de nuestros hijos.
Es muy importante que nos informemos sobre los usos responsables de la Red, sobre la privacidad de los datos, sobre las configuraciones de privacidad de las diferentes aplicaciones que usan nuestros hijos y que usamos nosotros los padres. Existen en Internet muchos tutoriales que explican de forma detallada cada uno de estos temas; es cuestión de dedicar unos minutos al día, hasta que le cojamos el tranquillo al tema y podamos tener unas nociones básicas y avanzadas del mundo que compone la Red.
Me costo mucho al inicio, me parecía todo tan «irreal», eso de la virtualización de las relaciones sociales me sonaba a chino, a gente que no se sabía relacionar bien en el mundo real… ¡vaya si estaba equivocada!, y es que en la medida en que fui descubriendo las redes sociales y los potenciales de Internet, me fui dando cuenta de que lo que son es simples herramientas de comunicación, medios de comunciación, diferentes, de alcance global y más veloces, pero simples medios para comunicarnos. Y luego poco a poco me fui volviendo una usuaria más y de esta forma me he convertido en un referente también para mis hijos.
Lo tercero es acompañar, para que ese Coco no tenga cabida en nuestro entorno cercano, lo mejor es estar siempre cerca de nuestros hijos cuando estén usando Internet, para poder supervisar y resolver cualquier duda o problema que se les pueda presentar. Ellos seguramente saben manejar los sistemas mejor que nosotros, pero no tienen el criterio para detectar los posibles riesgos que sí tenemos los adultos. No podemos caer en que como ellos son los que «han nacido con el chip» saben más que nosotros, porque no es así.
Son muchas las cosas que como padres y madres podemos enseñar a nuestros menores, entre las cuales está el uso responsable de sus propios datos personales y la interacción con extraños a través de las redes sociales. La responsabilidad que comporta el hecho de saber que todo lo que se dice y se hace en la Red, queda ahí por siempre, y que poco a poco con el uso, ellos van construyendo lo que hoy en día se denomina huella digital. Estas son cosas que por sí solos no van a aprender, aquí nos necesitan para irlos guiando, acompañando.
Con mis hijos, por ejemplo, tengo dos tipos de discursos: con El Mayor que ya tiene 11 años y empieza a hacer uso controlado de algunas redes sociales, le explico a diario qué fotos puede y cuales no puede subir; uso mis contactos y mis seguidores de Twitter para mostrarle cuando veo que la gente ha cometido ciertos errores, y le hablo sobre cómo esos errores les pueden marcar para siempre; uso ejemplos reales, de esos que se viven a diario y con mi ejemplo, con el modo en el que yo uso Internet y las redes sociales, logro enseñarle un uso más responsable, que si sólo le hablara desde la teoría.
Lo cuarto es limitar, ¡no prohibir! Si cerramos la puerta, el Coco seguro no entrará pero nuestros hijos tampoco crecerán en la responsabilidad. Limitar el uso en cuanto a tiempo y tipos de dispositivos de acuerdo a la edad es una buena forma de mantener un control adecuado como padres. Recordemos que somos los tutores responsables legales de todo lo que hagan o dejen de hacer nuestros hijos en Internet, así que si vemos que aún no saben ellos mismos autoregularse, es mejor regular nosotros mismos.
Por ejemplo, ElMayor tiene un móvil que en su colegio no les dejan usar. Solo lo puede usar cuando sale del colegio y hasta que llega a casa; una vez allí, el móvil se apaga y se deja en el centro de carga. Además, en mi caso, gracias a las aplicaciones de control parental, puedo saber qué uso le ha dado mientras lo ha tenido encendido, para tomar decisiones y hablar con él, si llego a necesitar hacerle algún llamado de atención sobre algún uso inadecuado.
El ordenador es uno fijo, de escritorio y está a la vista de todos; así puedo estar viendo qué hacen cuando lo usan, y ellos pueden pedir ayuda de inmediato cuando les salen ventanas emergentes, o cuando navegan por sites que les piden información personal. El uso lo dividimos en dos: uso por ocio y uso por deberes, pero en ninguno de los dos casos dejamos que superen una hora/día y tampoco todos los días.
Si somos responsables en conocer los riesgos, desmitificarlos y saber cómo resolverlos con nuestro acompañamiento, seguramente Internet nunca llegará a ser un Coco para nosotros.
Autor: Catalina Echeverry, creadora del blog Mamá También Sabe