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    Identidad Digital - 14/05/2021

    Ni nativos ni inmigrantes: ciudadanos y ciudadanas digitales

    4 min Tiempo de lectura

    -Hola, Marta, ¿cómo está tu hija?

    -¿Mi hija? Genial, en casa. Jugando y estudiando con la tableta.

    -Qué bueno. ¿Tú le has enseñado a usarla?

    -¿Yo? Para nada. Ella sola. Es una niña maravillosa. ¿No has visto que las niñas y los niños de hoy son nativos digitales? Es como que nacen sabiendo.

    -(…)

    Este diálogo, por supuesto ficticio, podría ser absolutamente real. ¿Cuántas veces ha surgido el concepto de nativos digitales para explicar la relación entre niños y niñas con las tecnologías? Esta manera simple de abordar un fenómeno tan complejo, cambiante y crucial para la vida contemporánea, tiene un origen y unas características particulares que creemos conveniente revisar para poder comprender la creciente mediación de los medios digitales en la vida de niños, niñas y jóvenes. ¿Cuánto sabemos acerca de sus experiencias, usos y prácticas cuando están frente a las pantallas? ¿De qué maneras habitamos el último gran espacio público que creamos como humanidad?

    Esta categorización social, que nació en la academia, se extendió rápidamente a la sociedad casi como un sentido común indiscutible: niños y niñas saben de tecnología digital, mucho más que los adultos, porque nacieron rodeados por diversos dispositivos y plataformas. En cambio, las personas adultas corren por detrás, con menos conocimiento, porque tuvieron que aprender de grandes.

    La dicotomía nativos vs. inmigrantes, creada por el autor estadounidense Marc Prensky en 2001, plantea que por haber nacido en una época determinada, rodeados de tecnología, las y los jóvenes en su totalidad nacen y adquieren fácilmente competencias y habilidades necesarias para utilizar las tecnologías digitales de manera instrumental. En la otra esquina sitúa a los y las inmigrantes, personas que no conocieron lo digital hasta su adultez y que siempre tendrán su “acento” foráneo en una era que no les pertenece.

    Investigadores e investigadoras de la educación han debatido y discutido esta concepción con el correr de los años y la masificación de estas tecnologías. Sin embargo, la idea de Prensky sigue girando como un mantra en un loop eterno.

    Como organización social que trabaja con toda la comunidad educativa, incluyendo a las familias, observamos con preocupación que las personas adultas tienen poca confianza en sí mismas cuando se trata de acompañar en entornos digitales. Esto sucede, entre otras cuestiones, por sentirse y ser nombrados como inmigrantes digitales. Por este y otros motivos encontramos miedo y dificultades de abordar tensiones y problemáticas sociales (identitarias, vinculares, etc.) que emergen en estos espacios. Como consecuencia, aparecen iniciativas y programas proteccionistas, reactivos, que aunque necesarios, sólo abordan un costado de la cuestión. El foco, puesto en la reacción y la sanción, no suele iluminar la comprensión profunda del funcionamiento de las plataformas, impidiendo así la incorporación de reflexiones más acabadas sobre los posibles problemas o tensiones que surgen y sin poder observar la actitud que cada uno y cada una puede tener hacia un uso más criterioso y responsable.

    Sumado a esto, se diluye lo que el académico inglés David Buckingham señala como fundamental: el poder ser proactivos con los medios digitales. La participación activa de niños, niñas y jóvenes en entornos digitales queda así reducida al consumo sin resignificación de las propuestas brindadas por apps, videojuegos y redes sociales, entre otros. Solamente con la mediación intencionada y pedagógica (que puede ser estimulada por padres, madres, docentes o cuidadores) se logrará que existan usos creativos, alternativos y emancipadores de las plataformas digitales.

    La dicotomía nativos vs. inmigrantes es simple, sencilla y fácil de entender para todos y todas. Casi como un slogan. Principalmente, porque es superficial. No profundiza en la esencia de una cuestión global, compleja y transgeneracional. No problematiza sobre cuestiones sociales, políticas y económicas, e incluso pasa por alto procesos cognitivos que no se inician de modo natural, sino que requieren de trabajos y pedagogías específicos.

    Creemos importante, por tanto, vencer la simpleza y la invisibilización de diversos procesos que soslaya esta dicotomía. Ya que por un lado, no contempla la existencia de una brecha grande y profunda de acceso a Internet y dispositivos digitales entre millones de niños y niñas alrededor del mundo, que aunque hayan nacido tras la aparición de estas tecnologías, no tienen un entorno digital natural. Mientras que por otro, supone que el uso instrumental que ese escenario digital facilita genera, por ósmosis, habilidades más profundas o incluso miradas reflexivas y críticas sobre los propios usos digitales.

    Todo esto no nace con niños y niñas, sino que se introduce, aborda y potencia en forma integral desde los hogares, las escuelas y los Gobiernos. Por eso, se vislumbra la necesidad no solo de cuidar a los más chicos, sino de fomentar la creación de espacios de aprendizaje, participación y creación a partir de las herramientas digitales.

    Los usos, las prácticas, las subjetividades y construcciones de sentido de niños y niñas requieren de observación, escucha, compromiso, contraste de teorías, debate, inclusión de sus voces y consensos. Tenemos, como adultos y adultas, la responsabilidad de acompañar, guiar y apoyar a las nuevas generaciones en Internet. Aunque cueste, tenemos que involucrarnos y comprometernos para poder observar, analizar y acercarnos a la comprensión de cómo viven chicos y chicas sus tránsitos, determinados intensamente por la cultura digital. Más aún en un contexto de sobreabundancia de información, en donde toda la potencia de lo digital para acercarnos al conocimiento queda simplificada y reducida al consumo de lo que los algoritmos y sistemas de recomendación proponen. Solo así podremos crear las condiciones para que sus derechos (educación, comunicación, libertad de expresión, participación ciudadana, privacidad, entre otros) se puedan cumplir, también en la web.

    Todo comienza con el interés genuino y el compromiso de padres, madres, familiares, docentes y cuidadores. Hagamos de la escucha y la palabra nuestras herramientas principales para la construcción de ciudadanía.

    Autor: Faro Digital.

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