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    Comportamiento - 18/06/2018

    ¿Por qué ganar solos si podemos ganar todos?

    5 min Tiempo de lectura

    Teníamos ganas de que empezara y aquí está el evento deportivo más seguido del planeta, que congrega a 32 selecciones de todos los continentes que competirán por alzarse con el preciado trofeo para alcanzar la gloria. Hablamos de la Copa del Mundo de fútbol.

    Un fenómeno social cuya transcendencia va más allá de lo meramente deportivo e invade nuestros más profundos sentimientos.

    La pasión que sentimos por este deporte la trasladamos a cualquier campo de fútbol. Lamentablemente, los terrenos de juego son en los últimos años escenarios de una serie de conductas y circunstancias que están llevando a replantearse cuál es el resultado que esperamos y que estamos obteniendo del proceso que implica esta práctica deportiva.

    El deporte del pueblo, como es conocido el fútbol, podemos encontrarlo en cualquier lugar. Se necesita muy poco para practicarlo: unas cuantas personas y la imaginación. ¿Quién no ha usado una lata de pelota o unas zapatillas de portería?

    El fútbol es maravilloso si lo usamos como un canal transmisor de valores en pro del desarrollo de los que lo practican, pero, desgraciadamente, encontramos en los terrenos de juego, cada vez más a menudo, un estilo cuyo enfoque prima más por el resultado que por el componente formativo y lúdico que pueda tener de base.

    Cualquier partido puede servir para comprobar que cada vez somos más partícipes de un modelo donde “todo vale” para alcanzar la victoria, y aquí hago referencia a todo tipo de tretas que servirán para lograr el codiciado triunfo y los tres puntos, pero, ¿a cambio de qué?

    ¿Con qué intención acudimos a los terrenos de juego? ¿Animar, disfrutar, pasarlo bien y educar?

    ¿O a gritar, insultar, protestar y criticar? No es raro encontrar los dos modelos en todos los campos, pero toca elegir cuál consideramos el idóneo. Nuestro comportamiento provocará en aquellos que practican deporte, en el peor de los casos, un abandono o frustración por no cumplir las expectativas que entre todos generamos (menuda presión para los que jueguen).

    El componente lúdico y de diversión parece que está en peligro de extinción: la afición demanda los tres puntos ansiosa y deseosa de ver cómo ascienden puestos en la clasificación. Los entrenadores ofrecen modelos de comportamiento que alternan la pillería con la protesta cuando las decisiones de los árbitros no son favorables, y los jugadores…ellos solo imitan lo que ven.

    Tendremos redes sociales copadas de comentarios que animan a seguir al equipo al próximo partido, siendo de capital importancia, y la rivalidad entre los equipos se convierte en cuestión casi de vida o muerte. Hablamos del fútbol base, la cantera que alimenta a los jugadores que en un futuro jugarán el mundial, o no. Y es que las cifras invitan a la reflexión, pues tan solo 1 de cada 10 000 jugadores llegan a la élite del fútbol y el camino no se hace fácil.

    En la actualidad, cada vez es más común ver cómo los adolescentes ignoran consejos o palabras de sus entrenadores, dedicando su tiempo a mirarse ante el espejo intentando emular a sus ídolos, vistiendo igual que ellos, copiándolos estéticamente y con pretensiones idénticas por cumplir, en definitiva, el fútbol es el canal perfecto para tener mucho dinero y ser  famoso. Nadie oye hablar de trabajo, sacrificio, constancia, superación, persistencia y mucho esfuerzo: esto no interesa.

    Presión, comparación, exclusión, agresividad, gritos, burlas, insultos, protestas, frustración, desmotivación e incluso (y cada vez en edades más tempranas) lágrimas. Estos son los titulares en muchos partidos. ¿En qué estamos convirtiendo el fútbol?

    Menos mal que ahora tendremos el VAR para exigir o protestar, si cabe de manera más rigurosa, la decisión que unos pares de ojos han sido incapaces de ver y, de este modo, poder atribuir la falta de consecución de resultados a causas ajenas. ¿A quién no le suena la típica frase de “árbitro, qué malo eres”?

    Debemos recordar que la prioridad debe ser siempre disfrutar más allá del resultado y relativizar la victoria, o, de lo contrario, encontraremos a personas que resumen su paso por el fútbol como un “fracaso” por no cumplir los deseos generados, más que como un proceso de aprendizaje y adquisición de grandes valores.

    Nos hemos centrado tanto en los resultados y hemos creado expectativas tan grandes en los más pequeños que nos hemos olvidado de que el fútbol se construye sobre valores como el compromiso, el respeto, el compañerismo, la amistad, la formación y la diversión.

    Con el fútbol podemos ganar todos si nos centramos en disfrutar y pasarlo bien siendo esta la mejor victoria. Todo lo demás será una derrota.

    Tú también juegas. ¿Qué harás?

     

    Autor: Javier Martínez Noguera. Sociólogo y formador.

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