¿Te has puesto a pensar qué harían los artistas prehistóricos que dibujaban en las paredes de las cuevas si tuvieran a mano los materiales del siglo XIX, las telas y pinturas que utilizaban Van Gogh o Monet? Piensa ahora en lo que los impresionistas serían capaces de hacer con la tecnología del siglo XXI. La cantidad de posibilidades que tenemos hoy para hacer (y exponer) arte es tan grande que resulta imposible enumerar o clasificar los tipos de expresión artística, con nuevas formas de arte creándose a cada momento.
“El arte se está volviendo cada vez menos estático”, afirmó a la cadena de televisión británica BBC el escultor 3D israelí Eyal Gever. Y las reglas del juego están cambiando también. “Tradicionalmente, un artista iba a una galería de arte con su cartera de trabajos y la galería era quien decidía si la obra merecía ser expuesta o no”, añadió Gever. “Hoy en día, el mismo artista acude a Internet, tanto para exponer como para vender su trabajo”. “Además, las maneras de crear, producir, distribuir, difundir, preservar y patrocinar el arte en el mundo han cambiado como reacción directa a la transición del planeta hacia una sociedad conectada y digital.
Gever explica, sin embargo, que la tecnología tiene sus inconvenientes: “Una gran preocupación, como resultado de muchas técnicas y herramientas, está en que podemos perder nuestra capacidad para evaluar lo que es arte de alta calidad”, dice el escultor. “En el arte, lo que llega a ser popular no es necesariamente bueno y viceversa”. Y da algunos consejos a quienes sienten inclinación por hacer arte con la tecnología: “No trates de buscar un significado a la plataforma tecnológica. Úsala como punto de partida para caminos nuevos y osados”.
Ese consejo, sin embargo, puede servir más a los artistas que vivieron el arte tradicional y el digital, en una transición brutal. “Los jóvenes artistas [en Europa y Estados Unidos] ya han nacido en la era digital”, afirmó a la cadena de noticias estadounidense CNN Mark Spiegler, director global de Art Basel, empresa que desde los años 70 se dedica a reunir las principales galerías de arte de varios puntos del planeta, sirviendo de punto de encuentro para comisarios de arte de todo el mundo. “La generación que nació después de 1989 ya llegó a un mundo con Internet”.
Spiegler, por otra parte, dijo que a pesar de toda la confusión causada por la tecnología en el mundo del arte, el mercado tradicional sigue funcionando muy bien. “La tecnología ha tenido relativamente poco impacto sobre mí”, indicó. “Nada que ver con lo que hizo Uber con el mundo del taxi”, daba como ejemplo. Contó, además, que Instagram puede hacer que una obra de arte se haga viral, aunque todavía se esté vendiendo en una galería. Pero alaba la generación de artistas digitales. “Estos buscan y compran material de todo el mundo, saben cómo trabajar en diferentes zonas horarias y son capaces de obtener importantes beneficios para aquellos que tienen un menor poder adquisitivo, a través de la promoción de su trabajo entre comisarios artísticos y compradores de su propia generación”.